Joaquín Ureña

Hablar de Joaquín Ureña es para mi hablar de realismo puro, pero sobretodo con un claro matiz humano. La pintura realista sufre a veces de falta de alma, pero las obras de Joaquín desbordan la calidez humana que este artista transmite a través de cada precisa pincelada.

Como bien hiciera Winslow Homer en sus acuarelas con temática naval como inspiración principal, Joaquín Ureña nos muestra en esta exposición las diferentes visiones, ángulos, proporciones y efectos lumínicos de las diferentes zonas de su estudio, haciéndonos partícipes de la intimidad de su campo de base creativa, su refugio.

La luz y el cromatismo que Joaquín plasma en la difícil técnica de la acuarela no pasan desapercibidos a la vista del espectador destacando los matices de luz y sombra generados por las lámparas de despacho y su tono amarillento que contrasta con las sombras azuladas propias de la luz de neón del techo. Grandes obras, en todos los sentidos, que nos ilustran generando efectos que recuerdan a las fotografías instantáneas que fueron tan populares en los años ochenta en todo el mundo.

Resulta maravilloso perderse a buscar los muchos detalles que se pueden descubrir en cada una de sus obras, encontrando siempre algo que nos abre la puerta de nuestros propios recuerdos. Esa magia de conexión artística es la manera que tiene de comunicarse con los espectadores y funciona de forma superlativa.

Joaquín Ureña, junto a otros artistas acuarelistas contemporáneos como el californiano Eric Christensen, el francés Thierry Duval o el también americano Steven Kozar, son designados a ser los grandes acuarelistas del siglo XXI, tomando el relevo de consagrados artistas acuarelistas del siglo XX como fueron el antes nombrado Winslow Homer, Georgia O’Keeffe, Frank Webb, Reginald Marsh o Paul Klee.

Acercándonos con sus obras a la raíz técnica del mundo del comic o la ilustración publicitaria, este gran artista a quién tengo el placer de conocer nos aporta en sus obras la grandeza creativa que contrasta con su sencillez como persona. Sin duda la sencillez de los grandes artistas.