Jorge Gallego
La línea interrumpida
November 25th - January 7th 2022
November 27th - January 11th
In pictures
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Jorge Gallego
S I L E N C I O S
Silencios, en plural, pues nunca es uno, sino diversos los elementos que coadyuvan a su entidad. Luz, niebla, noche, son fenómenos reales -todos los conocemos, observamos y vivimos- de los que Jorge Gallego se sirve para ahormar su lenguaje plástico, que ahora presenta al público bajo la vigilia del silencio. Sensaciones, emociones, misterio, que buscan formas reconocidas y asimilables como fragmentos de naturaleza, que empatizan con el espectador, que abren puertas a lo inesperado.
Desde el primer contacto visual con sus obras, nuestra mirada acepta una figuración realista, que traslada una sensación vivida a nuestro espíritu a través de la pintura. ¿Hace la misma lectura el cerebro? No. Nuestro cerebro recibe la imagen y se hace preguntas: por qué se produce esa obra, para qué, cómo. ¿Es tiempo, adivinación, comunicación; es necesaria, gratuita?
El cómo hace relación al oficio, a la técnica, al conocimiento, a la disposición del creador. Lo demás es hechizo, que se niega con difuso egoísmo a vislumbrar una respuesta diáfana. Y ahí nace esa mitificación salvaje, que todo lo funde y confunde en la que el subjetivismo desbocado toma carta de naturaleza y se postula como criterio único para evaluar la esencia de una obra.
Acerca del realismo se ha escrito en demasía y se han repetido, con excesiva frecuencia, tópicos y opiniones sin contrastar. Se habla de la escuela española del realismo, como si fuere una materia delimitada, cuando en realidad no existe tal escuela. Lo que hay, considerando nuestra coetaneidad, son lenguajes personales realistas sin relación de dependencia, con el nombre de Antonio López a la cabeza.
Y en la generación más joven, entre los que se encuentra Jorge Gallego, Jorge Abbad, Pedro Quesada, fundamentalmente escultor; José Carlos Naranjo, Jordi Alamá, Carlos Tárdez, Javier Palacios, Rubén Belloso, virtuoso del pastel; Javi al Cuadrado et alli.
Para quienes hemos seguido la andadura creativa de Jorge Gallego observamos aciertos que han dado alas a su icono. Desde el Premio de Figurativas, Fundació de les Arts i els Artistes, 2009, su obra se ha desperezado, transitando caminos que le conducen a una plenitud, instalada en el misterio ¡Y no se lo pone fácil! Porque ha ensayado asuntos complejos, al grafito, dónde el concepto quería suplantar al sentimiento y la perfección a la sorpresa mágica.
Y ¿cuál es el misterio que Jorge Gallego imprime a estas piezas? La pincelada, apenas distinguida, que madura su expresión. El ritmo de esos toques de óleo que el lino va aglutinando de modo natural, fluido, con lisura exquisita y lucidez infinita. La transición imperceptible que logra su mano dulce para el dibujo. Para Petr Král, “lo único esencial es el misterio, aquello de lo que tiene conocimiento solamente tu espontaneidad”.
Y para que esto se produzca es fundamental la figura del coleccionista. El crítico debe ayudar al acercamiento, pero el coleccionista mantiene viva la pluralidad del arte. El arte es plural, pero no todos lo ven, tal las instituciones y museos públicos, cuyos fondos se parecen como una gota de agua a otra gota. El coleccionista privado compra lo que le atrae, lo que le impulsa y con eso mantiene esa diversidad de estilos y lenguajes que tejen la realidad. Pluralismo no implica mixtificación, ni fusión, ni confusión; indica diversidad del ser humano, personalidad, particularidad. El coleccionista privado es el ángel del arte, es quien permite su desarrollo, al margen de tendencias, modas y caprichos.
En esta entrega de obra reciente de Jorge Gallego hay varias técnicas -pintura y dibujo-; asuntos icónicos -interiores, paisajes y retratos-. Y una unívoca aspiración, ambición expresiva, la de llegar al sentimiento del espectador con los menos intermediarios posibles. Es decir, el pintor se presenta ante el ser necesitado de impulsos emocionales para sentir, en la más absoluta desnudez, ahorro de artificios, de trucos y de enlabios.
Jorge Gallego busca la perfección, pero no como los griegos, donde la perfección era primordialmente la del cuerpo, que traslucía la del espíritu; la de las formas, como una filosofía de vida, con su canon convenido.
La perfección no siempre está relacionada con la belleza – término que nuestra sociedad prefiere obviar-, porque teme que recuerde el pasado, la tradición. La perfección que hoy se considera está más ligada a la inteligencia, que es un vocablo fetiche de nuestro presente. La perfección está sometida a la idoneidad en transmitir lo que pretende. Así lo defendía Baudelaire.
Para la obra de arte, el mayor atractivo está en lo que su contenido transmite. En eso que no podemos explicar y que nos atrae irremediablemente. En esa luz que brilla sin saber de dónde viene y que reaviva la obra, sobre todo en los nocturnos. En esa belleza que no sólo es formal, que depende de la técnica de ejecución, de la estética, de la jerarquía de la sensación, en esa fabulación que ordena y establece otra realidad.
A la dictadura de la abstracción ha sucedido la dictaférrea del conceptual, mal entendido, porque ¿qué se puede hacer con sentido que carezca de concepto? Pareciera que lo que no es conceptual está fuera de nuestro tiempo y del espíritu del hombre que lo anima. Para demostrar que eso no es así y que el arte no se oficializa, no se constriñe al dirigismo, sirve esta obra, imantada de un sentir originario.
Tomás Paredes
Presidente de la Asociación Española de Críticos de Arte/AICA Spain
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