Jesús Mansé
De costa a costa
12 de septiembre - 13 de octubre 2006
31 de mayo - 15 de junio
Jesús Mansé
Las obras que componen esta pequeña reunión recogen parte de la obra reciente del pintor Jesús Mansé. En ellas aborda una de sus constantes: la observación e interpretación del mar y sus territorios, tantos geográficos como emocionales.
Caminar el paisaje es dibujarlo previamente con los pies. Y es, así mismo, el primer esbozo, la primera mancha de color, el fundamento que dirigirá luego -con mayor o menor fortuna-, su ejecución sobre el lienzo. Pintar un paisaje es, antes de nada, el acto de aprehender su espacio natural con el desplazamiento, con la presencia física: el gesto necesario de reconocer previamente su identidad antes de representarla.
Para el paisajista, un paisaje no es menos que un modelo de carne y hueso para un retratista. La relación con el terreno se convierte en un intercambio primordial, una correspondencia, sin la cual, sería imposible lograr un mínimo de veracidad en la interpretación. Es entenderlo en cada pisada, en cada resbalo, en cada parada, en los ascensos y descensos, en las equivocaciones en la ruta, en la fatiga, en los pequeños descubrimientos en algún punto del recorrido, en las grandes panorámicas.
De este modo, el pintor se convierte en un receptáculo de información. Un captor de datos visibles e invisibles. Pintar no se limita a mirar y reproducir. Se necesita, por ejemplo, utilizar los sonidos del paisaje, su acústica, su ritmo, para elegir la pincelada; se necesita mezclar en la paleta, además de los colores, los olores de cada elemento; se necesita, en definitiva, el compromiso de entrar espiritualmente en el cuadro y aposentarse en él hasta ser un elemento de pleno derecho en el mismo. Los cuadros de esta exposición, por ejemplo, miran al mar y obedecen, sobre todo, a una musicalidad interna que invita a la calma; a tonos musicales y cromáticos que improvisan tanto el propio océano como sus costas.
Pintar, por tanto, es no detener el recorrido. Es hacer del tránsito, la meta. Igual que se aleja el horizonte al aproximarnos a él, guardando siempre la misma distancia, así es la interpretación del paisaje. La decisión consciente de no llegar nunca a donde ya estamos y, sin embargo, no cejar en el intento.
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