Juan Manuel Fernández-Pinedo
RETRATOS DE ZANZÍBAR - EXPOSICIÓN ONLINE
16 de abril - 3 de mayo
En imágenes
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Juan Manuel Fernández-Pinedo
Tras dos visitas a la isla sentía una conexión y una inquietud de que escondía algo que me iba a nutrir. Después de estar pintando allí algunas semanas regresé sin ver claramente que era lo que me atraía plásticamente de ella.
Desde luego que los colores de la naturaleza, de sus pieles, de sus vestimentas etc., son algo indescriptible y maravilloso, pinté algunas obras, pero no, no era ese el motor ni esa especie de energía la que me hacía seguir reflexionando atraído por “nosequé”.
Los cuadros que allí realicé, por diversos motivos, no pudieron ser más grandes de 40 cm. A la vuelta, ya en el estudio y con una buena documentación fotográfica y, además, manteniendo el contacto con nuevos amigos del poblado donde me alojé, empecé a descubrir lo que me tenía “sin dormir”. Un pueblo, una sociedad que a cada momento cambia, pasan cosas, sin que sus gentes tengan la voluntad de generarlo, son creadores de momentos únicos, se tiene la sensación de que todo está en movimiento.
Escenas en las que pasan muchas cosas en poco tiempo…los niños juegan, los pescadores trabajan, entra una embarcación, ves los peces nadar, una familia bucea, el agua suena, la espuma es de color de la horchata, pasa una bici por encima de la horchata, y en unos segundos…entra una nube tan blanca que ilumina todo.
Creo que esto es debido a que hacen la gran parte de sus vidas en las calles y siempre en conjunto, con amigos o colegas de profesión. Ese movimiento hace posible que los elementos cambien continuamente (personas, telas, animales, embarcaciones, sonidos, puestos de fruta móviles, hamacas en movimiento…todos los objetos y personas que se puedan imaginar). Eso conlleva que un sinfín de colores, texturas y sensaciones creen escenarios cargados de riqueza cromática.
A estas circunstancias se suma algo impresionante de ver, y es un cielo que se mueve y cambia aún más rápido que su sociedad. Todo el tiempo transitan unas nubes que van desde tonos negruzcos violáceos tormentosos a unas nubes “algodón” que reflejan una luz abrumadora como no había visto en ningún lugar.
Tal movimiento de nubes crea un juego de luces y sombras que baña y cambia por momentos los colores de todos los elementos. Y así comprendí que era el conjunto de todo ello lo que quería pintar, una bomba de alegría donde confluyen de forma natural colores y escenas tan especiales. En resumen, pura belleza y vida era ese “nosequé”.
Juan Manuel Fernández-Pinedo